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María Eugenia Reyes Lindo

TEORÍA DE LOS VASOS COMUNICANTES (28 Abril 2018)

El mayor problema que tenemos hoy en día es saber cómo gestionar nuestra afectividad.Y el cóctel explosivo y a veces encantador y peligroso se produce cuando el tremendo egoísmo de hoy día se da junto con unas inmensas ganas de amar en la misma persona, paradoja cierta.

El error de estas personas es creer que el amor viene dosificado en cantidades establecidas para cada uno, de modo que si yo te quiero un 70 por ciento quiere decir que sólo me queda un 30 para los demás, a repartir entre el resto como lo crea conveniente. El problema viene cuando aparece otra gente en nuestra vida, nuevos amigos, y empezamos a quererlos más con el trato... los viejos amigos o el novi@ de turno cree por supuesto que debo estar queriendo a esos con el 70 por ciento que le corresponde a él y que por tanto se va reduciendo su cuota para compensar al resto...y siente miedo.

Él no sabe que el amor no viene en parcelas, no tenemos una cantidad concreta asignada de fábrica. La capacidad del corazón humano es tan increíblemente ilimitada que si nos pusiéramos a querer de verdad sólo Dios, si existe, podría superarlo.

Es cierto que el tiempo es limitado y hay que ser un artista de la amistad para saber repartir con gracia el tiempo del que disponemos, pero es el tiempo y no el amor lo que tiene límites. En un amor abierto y no exclusivo como el de amistad no se concibe, es más, va contra su naturaleza misma, que los amigos impidan a sus amigos querer a otros, aunque sea de pensamiento. El amor de amistad es como los vasos comunicantes, donde, cojas la cantidad de amor que cojas de un lado, los niveles estarán siempre igualados a ambos lados. Nunca disminuirá el cariño por unos cuando se quiere a otros, al contrario, cuando el corazón se ensancha para incluir a la gente se aprende también a querer más a los de siempre, porque siempre estuvieron ahí. Y no siempre hay un ranking del amor, un pódium que nuestros amigos nos exijan, porque muchas veces no se puede elegir a quién salvarle la vida si dos cayeran por un precipicio, porque cada uno de esos quizá nos la salvó a nosotros de algún modo en algún punto de nuestra vida y por eso hoy nuestra vida no sería igual sin alguno de ellos.

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