Es un misterio por qué sentimos ternura por unas personas y por otras no. No es, ciertamente, porque les tengamos aprecio o cariño o haya una confianza de años...no, no es eso. Tengo amig@s que cumplen todos los requisitos anteriores y no siento ternura por ell@s aunque l@s quiera mucho, en cambio hay otr@s que aún con menos tiempo en nuestras vidas, en ciertos momentos uno siente que se le reblandece el corazón y que daría la vida por ell@s y da gracias por que se hayan cruzado en tu camino y un sentimiento de orgullo te invade el alma, diría que todo esto junto define el abstracto pero potente sentimiento que es la ternura, otra forma de amor sin duda.
En los adultos siempre hay un gesto, una palabra o un hecho que la provoca, y detrás de ellos entrevemos un sentimiento de afecto, bondad o un gran esfuerzo por hacer el bien. Por eso nos provoca ternura, porque adivinamos en ellos la lucha del bien que vence al mal. Y nos enternece cómo esa persona adulta ha crecido aún más como persona, cómo se ha esforzado por querer y nos sentimos orgullosos de ser su amig@. En definitiva, creo que la ternura surge cuando vemos en el otro la luz de una gran verdad que nos trasciende, bien porque le vemos débiles y queremos protegerle o porque le vemos hacerse fuertes de repente, sobre todo por el amor. Los mecanismos interiores por los que las personas llegan a causar ternura provienen de lo más íntimo de su ser, del núcleo luminoso que todos tenemos y que es fácil reconocer en los niños, pero las capas de barro de los años hacen que sea muy raro y muy difícil encontrarlo en el mundo adulto y por eso muy preciado y hay que protegerlo y conservarlo como sea, porque es la garantía de un amor puro que sólo puede crecer hacia adentro.
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