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María Eugenia Reyes Lindo

TEORÍA DEL SURFERO AFICIONADO ( 19 de Mayo 2018)

Los días de levante fuerte, el mar a la puerta de mi casa aparece manchado de puntos negros, son como cuervos de países soleados. Son los surferos, que, pendientes de la aplicación del viento, han venido a coger olas.

Cuando salgo de casa muy de mañana están ya poniéndose el neopreno o en el agua, cuando vuelvo a soltar las cosas a media tarde siguen allí, con la mirada en el horizonte, esperando... y ahí están hasta que cae la tarde.

Pienso muchas cosas cuando los veo...lo primero es si no tendrán algún trabajo. Pero por encima de eso pienso que debe ser de surfero aficionado estar ahí, a veces durante horas, esperando a que se levante una ola lo suficientemente grande como para poder montarla, que esta playa no es Tarifa ni California ni alguna otra del Pacífico donde puedan ir montando olas medianas y grandes hasta que llegue la definitiva, sino que están ahí, parados, en una mar casi en calma hasta que aparezca alguna.

Tal vez sea como pescar y sirva para encontrarse a uno mismo y la actividad es sólo una excusa, quizás yo no entienda nada. Puede ser. Pero también pienso en la urgencia que desde hace años tengo, con una certeza que me brota desde el centro de mis huesos, que me dice que me queda poco tiempo, que el tiempo es limitado por mucho que parezca cuando eres joven, que puedo no estar mañana, que cada día es un don que no merezco si no lo vivo, si lo pierdo mirando al horizonte. Se me acaba el tiempo y la misión, esa que yo sólo sé, esa que cada uno sabe y que a veces no pone en palabras por puro miedo, es tan difícil como gratificante. Sé que el mundo está esperando, la vida está siendo y no me queda tiempo para ser un surfero aficionado.

A veces todos somos un surfero aficionado, nos dan miedo las olas grandes, y nos quedamos en playas menores, esperando olas menores durante años, estáticos, mientras se nos pasa la vida y la marea sin nunca arriesgar nada. Y quien no arriesga no gana. Y cuando nos demos cuenta ya será demasiado tarde, el sofá, los videojuegos, las redes sociales, las horas muertas, los miedos, nos habrán comido los minutos que nos regalaron para poder hacer algo grande aunque sea invisible, para dejar huella en otros, para ser felices.

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