Y después de tantos años he aprendido lo más importante: que no sé nada. Me invade un sentimiento de lo más extraño que nace de la certeza de que no sé absolutamente nada de nada de ningún campo de la vida. En conocimientos me queda tanto por aprender que no sé ni por donde empezar, en el amor sólo sé que siempre me quedo corta y a ver, espérate que piense....mmmmmmm ya no hay nada más en la vida que importe un ápice. Con lo cual, efectivamente, no sé nada.
Lo que antes era claro ahora lo pongo en duda, las decisiones que tomaba sin pestañear me parecen ahora más complejas, lo que veo desde fuera me parece claro como un mapa pero cuando me adentro en cómo lo ha tenido que vivir cada persona ya los laberintos cambian y aunque el qué parece claramente el problema el cómo apenas se vislumbra y así en medio de mi propio desconcierto llego a la conclusión de que no tengo criterio.
Así que estoy desde hace unos años en claro proceso de involución, desaprendiéndolo todo. Y en medio de esta desescuela he desaprendido lo más importante: que sólo tu luz me hace ver la luz y que para saber amar hay antes que desaprender mucho hasta desaprenderlo todo y quedarse desnudo...hasta de uno mismo, sobre todo de uno mismo. Y si no entiendes lo que te digo bienvenido al club de los desestudiantes, aquí nos graduamos en desconcierto, desaprendizaje e involución y muy desnudos. Y así, transparentes y felizmente vaciados, como un niño, recogeremos el título. Según las estadísticas es la única carrera que habrá merecido la pena.
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