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María Eugenia Reyes Lindo

NO EXISTEN LOS PROBLEMAS (con Pablo d’Ors)(8 de Diciembre 2018)

Tenemos la fastidiosa tendencia a querer que la realidad se ajuste a nosotros en vez de ajustarnos nosotros a la realidad y por eso nos pasamos la vida imponiendo esquemas sobre cómo las cosas deberían ser y utilizando a la gente para que haga lo que nosotros queremos. Y si no lo son o no lo hacen nos rebelamos, sufrimos. Es la no aceptación del dolor lo que nos hace sufrir, no el dolor en sí. El dolor es bueno si simplemente lo vivimos aceptando que la realidad es más poderosa y más sabia que la idea que yo pueda tener en la cabeza y que de cada trozo de realidad puedo sacar provecho si simplemente la vivo. El problema es que pensamos en vez de vivir. Nos pasamos la vida pensando, y ya habremos comprobado que no menos del 80% de lo que pensamos es absolutamente inútil. Nos metemos en tormentas que nos hacen naufragar cuando ni siquiera han sucedido o navegamos tormentas ajenas que no tenemos que cargar sobre nuestros hombros. El problema es que no hay problema, lo que hay es una ficción previa creada en mi mente de cómo las cosas deberían ser, de cómo mi hija o mi suegra deberían ser, de cómo mi pareja debería ser y de cómo mis compañeros deberían ser, y cuando encuentro que no son lo que yo había esperado llega la decepción. Vivimos decepcionados, ese es el verdadero problema, que ponemos unas injustas expectativas en las personas y en las cosas esperando que nos llenen y nos hagan felices como sólo algo inmaterial y más grande puede hacernos. Por eso cuando nos paramos y miramos honestamente por dentro vemos las cosas tal cual son y a las personas tal cual son y nunca esperaremos de ellas más de lo que pueden dar. No pondremos sobre ellas cargas injustas, como hacerles responsables de nuestra felicidad. La felicidad está dentro de cada uno, es encontrarse y descubrirse como en realidad es sin artificios, llegar al núcleo, y cuando uno comparte la vida con otro no esperará jamás que este le haga feliz sino que aspirará a simplemente compartir lo que de bueno tiene cada uno, quizás completándose eso sí,pero nadie debería llevar la carga de la felicidad ajena porque es algo que se escapa de nuestras manos, algo que no tenemos derecho a exigir ni obligación o capacidad de dar.

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