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María Eugenia Reyes Lindo

LOS QUE NUNCA SEREMOS LOS MEJORES (6 de Abril 2018)

A mí mi padre nunca me subió a un monopatín con dos años, ni a una tabla de surf con tres, no pasé mi infancia sobre los esquíes ni me compraron a esa tierna edad la guitarra que nunca toqué. A veces pienso en las medallas que he dejado de ganar, los conciertos que he dejado de dar o, sin ser tan presuntuosa, los momentos de diversión que me he perdido.

Quizá pudiera achacarlo a lo poco espabilados que fueron mis padres pero en realidad son hijos de su clase social y de su manera de entender el mundo: práctico y esencial...sin adornos, no les quedó otro remedio.

Cuando mi amiga Paloma se apuntó a una competición de bici de montaña casi pierde el coxis y llegó a la meta con los músculos tan doloridos que descubría músculos nuevos a medida que pasaban las horas. Después le dijeron que necesitaba amortiguadores... y cómo saberlo? Nosotros siempre hemos ido en bicicletas baratas que nos llevaban de una punta a otra de la ciudad para ahorrar bonobús.

Haciendo el Camino de Santiago no me podía creer que las plantas de los pies me dolieran tanto, y en cambio veía a gente que siempre se queja por todo andando con cierta gracia, hasta que una del grupo me dejó el par de zapatillas que no pensaba usar y entonces me di cuenta de que no hay buenos y malos deportistas sino buenos y malos materiales... o lo que es lo mismo: la riqueza o la pobreza.

A estas alturas seguramente Paloma llevaría también años ganando medallas aunque no sabemos muy bien en qué categorías habríamos coincidido en los pódiums.

Supongo que a todos nos falta algo siempre, es justo que así sea para entendernos los unos a los otros. A mí me gusta la pobreza que he vivido en mi casa, las épocas en mi infancia en las que no había para carne, toda mi adolescencia dando clases particulares para pagarme el transporte, la ropa y los apuntes, y toda mi vida de adulta disfrutando como una niña cada cosa que para mí es un lujo. Me gusta lo no sido, a pesar de todo, porque gracias a eso miro el mundo con estos ojos de hoy. Supongo que a todos esos cuya cotidianidad para mí es un lujo también les falta algo y me gusta pensar que lo encuentran en lo que han aprendido de la vida de los que nunca tuvieron nada.

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