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María Eugenia Reyes Lindo

LOS LOCOS Y EL MAR (30 Septiembre 2017)

Salí a las nueve de la noche a pasear por la orilla. Quería mojarme los pies, sentir el frío helado de las aguas del Estrecho en la piel después de un día agotador de carreras y sudores. Hasta el cabo de la bahía, allá en la oscuridad donde sólo brillan unos cuantos "chivatos" en las cañas de pescar de los aficionados.

Hasta allí he ido chapoteando como un niño, sintiendo el aire soportablemente frío en la cara, en los brazos...

Al volver, los vecinos sentados en el paseo me miran como a una loca, una loca que se pierde en la oscuridad desde la luz anaranjada de los focos. Qué pereza antes al pensarlo. A veces las cosas más importantes de nuestra vida nos dan pereza, otras veces las pequeñas cosas que nos cambian la vida también nos dan pereza.

La pereza y el aburrimiento son dos signos del hombre moderno, que se ha olvidado de ser niño, que no sabe qué hacer con el tiempo porque no sabe demorarse.

Volveré a la playa de noche y volveré a la playa en las noches de invierno y bailaré en la lluvia fría que está por llegar, dejaré a la pereza sentada junto a las señoras cuerdas que me miran desde el paseo y haré lo que siempre he querido: bailar bajo la lluvia porque no tengo a dónde ir, porque no hay nada que hacer más que ser niña y redescubrir las cosas importantes de la vida, que quizás siempre hayan estado ahí.



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