La otra noche hablando con una amiga, me preguntó por los novios que había tenido y noté con sorpresa que me costaba más recordar alguno de los chicos con los que había salido que aquellos con los que nunca estuve pero que me hubiera encantado tener como novios. Puedo recordar sus nombres, sus gestos y por qué los quise tanto, con ese amor diferente con el que sólo se ama lo no sido, por su puesto.
A pesar de todo, lo no sido deja una huella real porque al fin y al cabo estuvo pensado desde siempre y para siempre para ser parte de ti de una forma casi más real que lo que sí ocurrió, porque también te hizo ser tú.
Mis no hijos son algo tan real como los que sí, por lo que tuvieron de esperanza y de hogar con un padre que no fue, mis no novios y mis no maridos son tan real como la persona que he elegido para amar el resto de mi vida, porque todos ellos en su momento me hicieron sufrir, aunque fuera por su ausencia, por temer que nunca serían. Mis no amigos, aquellos que no quise o no me quisieron, me han dejado una huella tan real como los amigos que me han moldeado, porque estos vinieron tal vez por la ausencia de aquellos.
Igual que los cristianos dicen que existen los pecados de omisión: lo no dicho, lo no defendido, lo no pronunciado, lo no hecho ... y es real que fue ofensa y pesa en el alma y puede destrozar la vida, también lo es como huella en nuestra vida lo no sido: los besos no dados, los amigos no queridos, las conversaciones no tenidas. Nuestro único consuelo es que los pasos que nunca fueron tuvieron desde siempre una misión, no trazaron ningún camino posible pero todos ellos dejaron un hueco, un camino vacío que llenaron otros pasos, y nos gusta pensar que son esos pasos los que nos han acompañado a donde, desde siempre, debíamos estar.
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