Aunque no lo digáis sé que todos amasáis en secreto el deseo de lanzaros a una piscina de bolas cuando lleváis a vuestros hijos o sobrinos a uno de esos centros de ocio para niños.
Y eso me hace pensar en lo hipócritas que somos, porque en realidad no es que no nos guste hacer cosas de niños, es que sólo nos atreveríamos a hacerlas si los demás también las hacen, si se ve "normalizado" de algún modo.
Seguimos pidiéndoles a los quinceañeros que tengan personalidad, que no sean ovejas que sigan al rebaño. Sólo que se nos ha olvidado seguir nuestros propios consejos.
Aunque parezca un tema sin importancia, quien no es capaz de ser niño no es capaz de ser adulto, al menos no un adulto feliz.
Cuando voy de excursión con un grupo de adolescentes les animo a trepar por rocas que llevan a grutas, a investigar por casas abandonadas, a subirnos a los toboganes y columpios buscando siempre el más difícil todavía.
Sigo encontrando un placer indescriptible en hundir la mano en un saco de lentejas o en una olla de espaguetis. Me encanta chapotear en los charcos en días de lluvia, porque es mil veces mejor que esquivarlos. Me encanta tener un paraguas de cúpula transparente y mirar cómo caen las gotas sobre mí, porque es el único modo de hacerlo con los ojos muy abiertos.
Me gustan los chupa chups "collac" con chicle dentro y explotar las grandes pompas que hacen otros y hacer pompas de jabón brillantes y bailar mientras me explotan en el pelo. Me encanta bailar descalza bajo la lluvia en mi playa en días templados.
Podría alargar la lista interminablemente con los pequeños detalles que me hacen feliz.
Y es necesario que los demás lo vean, precisamente porque si no nunca dejarán salir todos esos que son esenciales para ellos. Muchas veces no somos adultos porque lo sintamos sino porque nos vemos en la obligación de comportarnos como tales y es que hemos confundido los actos que nos hacen inmaduros con los gestos que nos hacen niño y no son la misma cosa, es un gran error confundirlas, porque sólo quien es capaz de respetar esa parte de sí mismo, de disfrutar con cosas buenas sin avergonzarse, será capaz luego de vivir la vida con la plenitud que la madurez de verdad exige.
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