Hace dos semanas descubrí otro "juego" nuevo. Hasta Sudáfrica tuve que irme para descubrir esta búsqueda del tesoro. Isabel y Thabi me hablaron de él.
Allí me ví, con una brújula digital siguiendo las coordenadas de uno de los puntos, que elegimos en el mapa por cercanía a nosotros. Y sin comerlo ni beberlo me ví entrando en zona prohibida, 600 metros, trepando rocas, 300 metros, cruzando un río por un puente colgante, 150 metros, hasta llegar al limite de la emoción, 2 metros, bajo una roca en el hueco de un árbol y encontrar el tesoro. No importa que dé estos detalles aquí porque no doy la localización y podría ser cualquier punto de Sudáfrica.
Lo que más satisfacción me produjo después de encontrar aquel tubo de plástico cerrado fue la certeza de que toda la gente que frecuentaba ese lugar vivía ajena a que allí había un tesoro que muchos habían sudado por encontrar. Los miraba y una vez más me sentía en Matrix, conociendo algo que permanece oculto a los demás, a tooooodos los demás. Es una sensación única. Es como ver el prisma desde todos los ángulos, saber siquiera que existen. Exactamente igual que descubrir la amistad de alguien que otros no valoraron o el amor de un hombre que otros desprecian, el tesoro de su intimidad, eso que nadie más tiene y que te hace conocer al otro como nadie. La sensación al descubrir algo grande que otros pasan por alto, en cualquier plano, es siempre común a todo hombre, solo que más intensa cuanto más grande es lo que otros ignoran. Creo que eso mismo sienten los cristianos, que lo miran todo con ojos de eternidad, un mirar el mundo desde otros ángulos que la mayoría ni siquiera sabe que existen, un verdadero tesoro encontrado mientras millones pasan ajenos tan cerca.
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