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María Eugenia Reyes Lindo

EL SNORKELLING Y LOS MONSTRUOS EN EL ARMARIO (8 de Junio 2018)

Hoy he ido a la misma playa de siempre pero con unas buenas gafas de bucear. Me daba cuenta de lo cómoda que me sentía entre lo bordes cortantes, porque sabía dónde pisar, no me daba miedo tocar las superficies peludas de algas, ni los peces grises en bancos porque por fin reconocía lo que eran y dónde estaban... las sombras han dejado de ser sombras, como cuando eras niño y tu madre abría el armario y miraba contigo debajo de la cama para demostrarte que no había monstruos.

Nos da miedo lo desconocido, creo que es a lo único que le tememos, que todos los miedos se resumen en ese. Nos da miedo no saber cómo vamos a morir ni si seremos fuertes cuando sea necesario, no sabemos si en el amor sabremos estar a la altura para sacarlo a flote, nos da miedo no saber cómo reaccionaremos ante un sentimiento totalmente nuevo o qué podríamos hacer en un momento de ira incontrolado, nos da miedo no saber de verdad qué piensa el otro y cómo sobreviviremos cuando se haya ido.

Nos da miedo, básicamente, no saber cuánto dolor se esconde detrás de cada puerta.

Pienso que vivir con miedo es lo peor que hay, que de ahí nacen las envidias, las obsesiones y las malas decisiones, por pura inseguridad del que teme. Es un error dejar de vivir por miedo, taparse la cara con las sábanas o no visitar el lado oculto de la playa; hay que mirar debajo de la cama, abrir el armario y bucear, encontremos lo que encontremos, porque sólo así podremos saber dónde pisamos, sólo así podremos encontrar el camino de vuelta o uno nuevo que nos lleve hacia adelante.

Y muchas otras veces habrá que escuchar a otros que estuvieron allí antes que nosotros o dejarnos acompañar por aquellos que tienen gafas de buceo. Lo que sí es cierto es que hay que avanzar aunque sea con miedo, que muchas veces no podemos quedarnos en la playa de arena nítida donde todo es fácilmente seguro, porque pasaríamos la vida sin ver los peces de colores, ni los corales y cometeríamos el error de pensar que no existen, el error de juzgar a los que volvieron de allí. Viviríamos pensando que somos los únicos cuerdos en un mar de locos, unos cuerdos muertos de miedo en un mar de arenas lisas y corrientes tranquilas donde nunca pasa nada.

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