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María Eugenia Reyes Lindo

EL HOMBRE SIN PRESENTE (31 de Mayo 2018)

Nos pasamos toda la adolescencia ....hasta después de la carrera, sintiendo que los días son largos, largos. Con esa sensación tediosa de que lo bueno está siempre por llegar, el ansia y la expectación alargan los minutos como un telar infinito: cuando tenga novio, cuando acabe el instituto, cuando llegue a la carrera... y de repente la carrera acaba y piensas "¿esto era todo?" Y nos excusamos pensando que bueno, quizás cuando acabe y empiece a trabajar, quizás cuando pueda viajar...para volver a descubrir, cuando has acabado esa etapa, que es más de lo mismo pero más cansado, más ocupado.

Entonces empieza la segunda fase, aquella en las que los días se hacen tremendamente cortos, cuando uno por primera vez siente que ha envejecido porque nota que no puede retener el tiempo, que se nos escapa entre los dedos como el agua de mar y que los días no nos dan para sentir que hemos vivido. Llega el momento de añorar los años de carrera, aquellos que nos supieron a poco y nos decepcionaron de tanta espera, los años de instituto con sus sufrimientos de falta de aceptación social, de encajar golpes de pura inseguridad, añoramos la infancia que recordamos borrosa e incompleta y así repasamos mentalmente lo que dejamos atrás y pensamos engañosamente que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Sólo en un momento de iluminación prodigiosa ve uno que ha perdido su vida en dos mitades: la que no vive por vivir en el futuro y la que no vive por vivir en el pasado. Nos convertimos así en el hombre sin presente, sin vida. Se nos ha olvidado que la vida está en el camino, en nuestro estar en marcha, en las piedras y las flores y los amigos caminantes, en entretenerse en el recodo, en la taberna, en la playa, en perderse y volver, en caminar bajo la lluvia y bajo el sol abrasador... se nos ha olvidado lo que es vivir. Nos moriremos cansados, cansados de trabajar para ahorrar dinero que disfrutarán nuestros hijos y se nos ha olvidado disfrutar a nosotros. Se nos ha olvidado disfrutar de nuestro trabajo, tal vez incluso se nos ha olvidado que lo que nuestros hijos quieren es recorrer el camino con nosotros.

Y sería una pena que nos hubiéramos perdido en los abismos del tiempo, que nos hubiéramos perdido la vida.

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