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María Eugenia Reyes Lindo

EL AMOR, COMO LA COMIDA (15 de Diciembre 2017)

Estando en África me pregunto cómo de engañados estamos en todo. Cuando pruebas la fruta aquí y notas que no tiene nada que ver con el sabor de la fruta en España. Exactamente igual que los irlandeses viven engañados con respecto al "jamón serrano" que les venden allí, que es puro plástico. Por otro lado sólo cuando viví en Irlanda supe cómo es el verdadero sabor de las judías verdes, los guisantes y las patatas cuando una amiga me los cocinó directamente de su huerto. Por no hablar de todos los lácteos del país.

Y así todo: la comida japonesa en países occidentales, la historia de las guerras, los complots de asesinatos... y el amor.

A veces también sentimos que no sabemos amar, que lo que creíamos que era amor se ve disminuido por algo mucho más grande que llega luego y vuelve de goma los tequieros anteriores. Y aún así vemos que nunca es perfecto, que está manchado de egoísmo y de intereses personales y de querer controlar y poseer. ¿Dónde queda el amor de verdad? Piensa uno, ¿acaso existe? Miramos al de al lado y vemos que es más generoso, más dispuesto, más sincero, más cálido. Y nos miramos a nosotros que sólo tenemos, y no siempre, un sentido de hacer las cosas porque hay que hacerlas, porque con la cabeza vemos que es lo mejor para el otro pero lo hacemos sin ninguna gana. No nos nace del amor, nos nace de "la obligación", pensamos.

Pero qué es esa obligación sino amor por el otro que nadie nos impone?

"Quien da lo que tiene no está obligado a más" reza el dicho, y es cierto, con este amor mío pobre es con el que te puedo quererer y te doy lo que tengo por poco que sea, imperfecto como es, te querré con mi escasez y a través de ella, contigo, aprenderé a sacar oro.

Pienso que sólo si uno está abierto a querer y dejarse querer poco a poco va dándose cuenta de que nunca quiere lo suficiente, ni a quien no se lo merece ni a quien nos quiere el doble, nunca se ama suficientemente. Y descubrir eso en cualquiera de sus formas es tan real y tan necesario como descubrir que la fruta siempre puede saber mejor dependiendo de cómo y dónde ha sido cultivada, la única manera de no vivir engañados pensando que lo que tenemos ya es lo mejor.

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