Es difícil ser libres, a uno le duele su libertad porque muchas veces ve que la usa para hacerse daño y se maldice por ello, preferiría que alguien le dijera qué hacer para no poder culparse a sí mismo si se equivoca.
Es casi insoportable la paradoja de ver cómo el mal uso de esa libertad nos lleva a vivir en cárceles.
Las hay de todo tipo, cada uno elige la suya y las hay para todas las edades, uno ni siquiera se da cuenta de que vive en una, hasta que experimenta que no puede salir, entró en ella siguiendo voluntariamente el cebo de algo bueno.
Desde la voluntaria obligación de un adolescente de beber una botella en media hora en el botellón del viernes sólo porque la ha pagado y tiene que ir entonado a la discoteca, hasta vivir la vida de mi pareja en las redes sociales cuando soy universitario, perdiendo voluntariamente mi vida y mi libertad para vivir la suya cada segundo, impulsado por la inseguridad y los celos, encorsetando el amor hasta obligar al otro a quererme, una ilusión óptica que me hace estar más sólo que nunca porque el amor sólo puede existir en libertad por ambas partes...
hasta llegar a la cárcel de uno mismo en la edad adulta, la de obviar que aunque no lo puedo todo sí que puedo todo lo que está relacionado con llevar a cabo mi misión, una misión personal o profesional pero que siempre es vocacional.Una misión cuyo único fundamento es lo que yo soy, ni lo que hago ni lo que tengo.
La peor cárcel es ignorar que la libertad nunca está en otro, que mi felicidad nunca está en otro, por eso ni puedo vivirla en él ni tampoco llevar sus cargas y dejar que sus lodazales me hundan.
Si esto lo tuviéramos claro nuestra felicidad, nuestra libertad, no estaría jamás condicionada por cómo me ven los demás, ni por la persona con la que comparto mi vida ni por el trabajo en el que estoy o los amigos que tengo, la felicidad de saber elegir bien está dentro de mí. Y cuando percibo la ligereza interior de no depender de nada ni de nadie entonces soy libre y lo de fuera será siempre y sólo un añadido a lo esencial, aunque el mundo se hunda a mi alrededor. O como dijo Miguel d'Ors:
"la felicidad consiste
en no ser feliz
y que no te importe"
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